Querido Blues:
Hace tiempo que te perdí
la pista. Ayer volví a ver nuestras fotos y recordé lo bien que nos
lo pasábamos juntos: Elisa, tú y yo. Aquellos veranos en la hierba,
tumbados y colocados, tocando la guitarra - época hippie aquella de
antaño.
Luego, llegó la guerra
entre América y Rusia, elegisteis los cohetes y no la música. En
cambio, yo, por si no lo sabes, yo volví a Berlín, a abrirme
puertas como si del mismo Chuck Berry se tratase; pero acabé tocando
en un garito, entre luces de neón y un póster del gran Ringo.
Parece mentira que aquellos años sesenta y setenta corrieran tan
deprisa. Rompimos las promesas y la puntualidad. Nunca repetimos
nuestras aventuras por Italia. Los años oscuros se apoderaron de
nosotros, empezamos a tener secretos y Elisa se enamoró de otro. Yo
caí en la bebida, me corté la melena y vendí el sombrero. Olvidé
a mi familia y el lloro por la falta de “maría” se convirtió en
un aguacero.
Ahora me doy cuenta de
que las calles de noche son muy frías. Con cartones como almohada y
sin mantas durmiendo en la Gran Vía; intento, a veces, superar la
situación, cuando encuentro un espejo y no me gusta ver al Rythm que
envejeció.
Hermano Blues, hay
demasiadas preguntas sin respuesta. Si alguna vez conmigo te
rencuentras, aunque no te quiera escuchar, cuéntame todo lo que me
he perdido hasta la fecha y dile a Elisa que siempre ha sido lo que
más he querido.
Quizá
mañana me arrepienta de lo que hoy escribo o esta carta caiga en el
olvido; pero mientras tanto, esta noche, yo prosigo mi camino, a
aquel que hace muchos años le borré el destino y que aún sueño
con un final parecido:
“Feeling the music
from head to toe,
round and round and
round you go”.
Rhythm.
Uxía Carral
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