martes, 24 de febrero de 2015

Para la libertad


Érase una vez un hombre con una estupenda melena. Una melena que sus padres y sus abuelos se habían molestado en cuidar, una melena por la que mucha gente había dado la vida. Una preciosa melena que cuando dispuso de todos los cuidados necesarios y la situación no le podía ser más favorable, extrañamente, y ante la incredulidad de su dueño, dejó de crecer. Pero no sólo dejó de crecer, si no que al poco tiempo comenzó a menguar. 

Cabello a cabello el hombre veía perder su melena. En un primer momento apenas se preocupó por ello. Había visto como su melena había sido cuidada por muchos durante años y no dudaba que esta vez sucedería lo mismo. No se equivocó del todo, pues fueron muchos los que le ofrecieron repararle la menguante melena. Se llevaban una muestra de cabello con la promesa de volver con la solución, pero nunca volvían. El portador de tan increíble melena en ningún momento dudó de aquellos que, nunca mejor dicho, le tomaban el pelo. Hasta que cierto día, al mirarse al espejo, descubrió que ya no quedaba ni rastro de tan adorada melena. El que había sido un hombre melenudo entendió entonces que le habían tomado el pelo, le habían tomado el pelo tanto, que finalmente se había quedado calvo. Para entonces, el pequeño problema que había sido su incipiente pérdida de cabello ya era un problema irreparable. A nuestro hombre melenudo sólo le quedó llorar la pérdida de su querida Libertad, que así era como llamaba a su melena.

Ese humano melenudo bien podríamos ser cualquiera de nosotros, a los que día tras día, personas ansiosas de poder y demás despojos sociales con ansia de protagonismo nos toman el pelo y hacen menguar nuestra cuidada libertad. Una libertad que cada ciudadano del mundo se ha ganado el derecho a tener y que ningún igual sobre la faz de la tierra puede quitarle. Una libertad por la que mucha gente ha dado su vida y no podemos permitir que haya sido en vano. Una libertad a la que muchos se hinchan a elogiar mientras censuran y castigan a todo el que no sigue el rumbo establecido por ellos mismos. Una palabra “libertad”, que cada día que pasa pierde más y más sentido. No, corrijo. No pierde sentido, más bien se le roba de manera repugnante y vomitiva. 

En un mundo gobernado por mentiras, intereses y bazofia múltiple, la única herramienta capaz de romper esa falsa identidad común es la LIBERTAD. Y sí, la escribo con mayúsculas porque bien lo merece. Porque es la única que siempre ha estado cuando se la necesitaba, incluso cuando se la necesitaba y muchos ineptos no la querían, incluso cuando se la vilipendió, pateó y persiguió hasta límites insospechados. Siempre, repito, siempre estuvo ahí, le debemos todo y más. Si ser o no ser es la cuestión, no seríamos sin ella. Y mira como la tratamos.

El ser humano es probablemente el ser vivo más estúpido que jamás ha existido y existirá. Nos duele mirar atrás cuando no nos interesa, rehusamos de mirarnos al espejo y ver más allá de nuestra figura. Nos cuesta perdonar, sí, pero aún nos cuesta más agradecer. Pese a eso, presumimos de ser inteligentes, de ser la especie más capaz, más inteligente… Me imagino a las demás especies riéndose de esos a los que se les dieron las mejores capacidades y aptitudes y las malgastan como si fueran eternas.

Y aquí llego al punto álgido de la estupidez humana. Nos creemos que todo es infinito, que todo es inagotable, que todo va a seguir en el mismo sitio independientemente de lo que hagamos. Craso error. Al igual que esa chica que espera ansiosa ser sacada a bailar, llegará un momento en que la libertad se canse de que no bailen con ella. Llegará un punto en que cansada de no sentirse totalmente valorada, decidirá desaparecer de entre nosotros. Y tened bien claro que ese día, el día que ya no haya vuelta atrás, el día que nos quedemos todos calvos de por vida, ese día, lloraremos su pérdida mientras nos damos cuenta de lo valiosa que es.

Así que por favor, por los que lucharon, por los que cayeron, por los que vencieron, por ti, por mí y sobre todo por los que la tienen que disfrutar en el futuro, no esperes al final de la película para enterarte de que trata. Está permitido mirar atrás. Cuida tu melena. Ponte a bailar con la libertad.

Pablo Suárez

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