Los Oscars 2015 prometían. Por primera vez desde hace muchos años se juntaban en una
sola edición varias películas totalmente rompedoras, que reflejaban una notable evolución en el
cine de Hollywood, y por ello las apuestas se encontraban bastante igualadas. Lo que está
claro es que fue una noche que no dejó a nadie indiferente, ya fuera para bien o para mal.
La gala comenzó con un número musical del anfitrión, Neil Patrick
Harris, acompañado de Anna Kendrick, repasando la historia del cine. Sin embargo su hosting
dejó mucho que desear, teniendo en cuenta que se trata de uno de los grandes showmans de
nuestro tiempo, pues dejó tal vez las expectativas demasiado altas. El único momento remarcable fue el larguísimo plano-secuencia en ropa interior al estilo Birdman, haciendo alusión también a
Whiplash. Por lo demás, una presentación bastante baladí y sin gracia.
Entre el resto de actuaciones de la gala, destacó sin duda la de Lady Gaga, que, dejando atrás
su máscara de excéntrica diva del pop, interpretó impecablemente fragmentos de las canciones
del musical Sonrisas y lágrimas. La artista consiguió emocionar a todo su público, incluida la
mismísima Julie Andrews, que, con lágrimas en los ojos salió al escenario.
En cuanto a los premios, la ganadora en el aspecto técnico fue El Gran Hotel
Budapest, con los galardones a mejor diseño de producción, mejor maquillaje y peluquería
y mejor vestuario, todos ellos bien merecidos. Además, Alexandre Desplat consiguió la
estatuilla a mejor banda sonora, categoría en la que competía con el grandísimo Hans Zimmer
por Interestellar, y que tal vez lo mereciera más.
Whiplash fue otro de los largometrajes más premiados, con mejor montaje, mejor mezcla de
sonido y mejor actor de reparto para la destacable interpretación de J.K. Simmons, cuyo rival
directo era el brillante Edward Norton. Está claro que, a pesar de que Simmons haya hecho un
trabajo excelente en su papel de profesor que busca la perfección a cualquier precio, la sublime
actuación de Norton en Birdman fue menospreciada por la Academia.
En cuanto a Birdman, fue la gran ganadora de la noche, llevándose el triplete de oro. En primer
lugar el galardón a mejor guión y a mejor director para Iñárritu, totalmente merecido para una
película hecha en menos de diez planos. Sin embargo, los dos otros premios resultan un tanto
excesivos, tanto el de mejor fotografía, que claramente debió haber ganado El Gran Hotel
Budapest por su exquisita mezcla de colores e iluminación, como el de mejor película. Puede
que este último también lo mereciera, pero si ello significa dejar de lado a la gran olvidada de
la noche, Boyhood, un largometraje rodado durante doce años y tan real como la vida misma,
con el que todos nos hemos sentido identificados en algún momento, tal vez Birdman debió
haberse conformado con los tres anteriores, que no son poco.
Y volviendo a Boyhood, a pesar de ser una de las apuestas favoritas de la noche, se llevó a
casa únicamente una estatuilla, la de mejor actriz de reparto por la emotiva y desgarradora
interpretación de Patricia Arquette, cuyo discurso, que reivindicaba el derecho de las mujeres
a ser tratadas y remuneradas igual que los hombres, y apoyado por Meryl Streep, fue de los
mejores de la gala. "Ya es hora de que tengamos igualdad de salarios de una vez por todas e
igualdad de derechos para las mujeres en los Estados Unidos de América", declaró.
Otro discurso que conmovió al público fue el del jovencísimo Graham Moore cuando salió
a recoger el Oscar a mejor guión adaptado. Contó la historia de su intento de suicidio a los dieciséis años, debido a que era considerado un “bicho raro”, e instó a todos los niños que no
encajan a seguir siendo ellos mismos, porque algún día llegarán muy alto, como en su caso.
Por otra parte, también destacó el mensaje reivindicativo contra la desigualdad racial
pronunciado por el cantante John Legend y el rapero Common, tras ganar el premio a mejor
canción por Gloria, de la película Selma. “La lucha por la justicia y la libertad es ahora”
explicaron.
En cuanto a dos de los premios más esperados, a mejor actor y actriz para Eddie Redmayne
y Julianne Moore, respectivamente, resultaron tal y como se esperaba. Sin embargo, el caso
de Redmayne, que encarnó a Stephen Hawking para La Teoría del Todo, suscitó algo más de
controversia, pues en su misma categoría se encontraba Michael Keaton. Muchos alegan que
se trataba de la última oportunidad del legendario actor para ganar un Oscar, y puede que lo
fuera, pero no por ello debemos olvidar la brillante interpretación del joven Eddie Redmayne,
que consiguió que olvidáramos que se trata de un actor y no del mismísimo Hawking. A pesar
de que fuera totalmente justo, tampoco debemos pasar por alto la actuación del gran Benedict
Cumberbatch en The Imitation Game, gracias a la cual el largometraje pasó de ser un simple
biopic de la Segunda Guerra Mundial, a una buena película.
En la categoría de mejor película extranjera, este año España (y Argentina) se
fueron con las manos vacías, puesto que la ganadora fue la obra de arte Ida. Incluso el propio
Almodóvar manifestó su preferencia por el largometraje de origen polaco.
Para finalizar, en el género de animación resultó vencedora Big Hero 6, dejando de lado a
Cómo entrenar a tu dragón 2, que ciertamente no estuvo al nivel de la primera de la saga, pero
que sí supera con creces a la ganadora del Oscar.
Dicho esto, podemos concluir que Birdman fue la gran triunfadora de la noche, y con razón: la
alocada idea de Iñárritu de realizar un largometraje a base de interminables planos secuencia
debía ser premiada imperativamente, y así fue. El problema es que tal vez lo fue demasiado,
eclipsando completamente a otras obras maestras, también innovadoras e insólitas como
Boyhood. ¿Que lo mereciera o no? Eso júzguenlo ustedes.
Ana Alemán Cardero
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